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20090209

Un gel prévu

Y se coronó con aquella imagen, aun recuerdo las tardes de otoño sin nada mas que hacer que apreciar a los demás, pisar las hojas, emitiendo ese sonido que detesto, pero está ahí, no se sale de mi pobre retina, sentado en la banca que pintada con ese desteñido usual del centro, cruzado de piernas como si su casa formara parte de aquel bello paraje, observando las aves, y yo, desde ahí, lo observaba también, sigilosa, sin afán de molestarlo en su pensar, imaginaba las cosas que pasaban por su mente, si en realidad esas tardes tan triviales lo eran a cabalidad, si sólo pensaba en el clima o pasaba algo mas inquietante por su cabeza. Habían tardes, esas más frías, que no lo veía sentado, lo buscaba, sin desesperación, pero me estiraba mas de lo acostumbrado buscándolo entre los arbustos, sin éxito me marchaba y esperaba la siguiente tarde para encontrarme con él ahí, para conversar sin palabras, y sólo mirar el desierto sendero de aquellos días sin sol, deduje entre tanto pensar que se presenta cuando estoy sentada, cuando estoy quieta y simulo ser un detalle del paisaje, supongo que le asustaban mis torpes movimientos, así que decidí situarme perpetuamente en aquel sitio, lo hice con la intención de mezclarme en el ambiente y que él sintiera que sólo era algo más sin importancia, al lograrlo, los días de invierno comenzaron, los días carentes de sol y calor se hacen mas presentes, pero no me importó, él me volvía loca, no tenia idea de quién era yo, y yo solo sabia que a él le gustaba admirar lo frondoso del paraje, aunque para esa época, los arboles desnudos dominaban la ciudad, y aquel farol el cual le daba abrigo en las tardes mas oscuras, titilaba con torpeza por culpa de las lluvias tan comunes en esos días. Una tarde helada como ninguna decidí llegar después, mi afán en que él me notara me hacia actuar con ímpetu, el frío me hacia sentir bien, esas brisas inofensivas que dan regocijo, dan ganas de abrazar, fumar el humo en el viento y mirar de frente al débil sol, que por una vez en el año, yace ante mi. Jugué esa tarde a ser lo que no soy, estaba alegre, un poco espectante por saber si él notaría mi presencia, si notará en algún caso que la misma persona que por meses se sentó a su vera, era la misma que se acercaría con un par de horas de retraso. caminé por esa alameda, envuelta en aquellos arboles que aun permanecían desnudos, el frío se transformó en un torrente que estaba dentro de mi cabeza, me senté como usualmente lo hacia antes de que él llegara, la diferencia claramente fue que ese espacio ya estaba invadido con la estela de su aroma que casi se confunde con el olor de la tierra húmeda, noté que fumaba apresuradamente, contemplaba el cielo manchado de nubes cargadas de agua, esas que se ven preciosas cuando llega el ocaso, esas que inventan colores únicos y te hacen pensar que pequeños somos, me perdí en las nubes, un buen rato, imaginaba que si llovía, no estaba preparada, pero me quedaría ahí de todas formas, mi curiosidad no tiene limites. Al bajar la mirada me sorprendí, él me observaba como yo suelo hacerlo, contemplaba mis movimientos y deduje ahí que nunca me atrajo él, si no que me atrapó el enigma de su rutina, me ahogue tanto pensando en el motivo por el cual él se plasmaba al unísono con el paisaje, como hacia que sus movimientos pasaran inadvertidos para los normales, para los que no observan absolutamente nada, noté ahí que él , al igual que yo, esperaba algo, se sentaba para ver el tiempo pasar, contemplaba sigiloso para no ser contemplado, al menos no de una manera invasiva, no como yo lo hice, invadí su territorio por mi curiosidad, fuimos dos cuerpos involucrados dentro de una pintura, creamos en el lienzo un lenguaje único, sólo él y yo entenderíamos de que se trataba toda aquella espera, al mirarlo vi el miedo en su cara, y gracias a ese lenguaje que practicamos toda la mitad fría del año, concluí en ese momento que su espera no consistió jamás en un cuerpo, nunca espero ese algo material; Él esperaba con ansias la calidez de una mirada, él deseaba compañía, y yo solo quería mirarlo, él satisfacía todo aquello que espero, era un enigma disfrazado de humano, él dejó de existir para los demás transeúntes; Si él existió alguna vez, lo hizo para mi, era la realidad paralela de nadie, un mundo frío adornado con los carentes soslayos cálidos de mi mirada, esa que se hace cálida gracias a él y lo que él representó en nuestro lienso, ese que entendemos y compartimos cada vez que nos vemos en esa banca a medio pintar en el limite de su mundo y el mio.
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Escrito por: Makarena F.

2 comentarios:

Any-Vicky dijo...

tus pensamientos tejidos con sutileza me encantan por que me siento en tus inviernos y tus inquietantes o cotidianos pensamientos


te quiero montones
amiga escritora y mistica de la palabra

Morada dijo...

llegará el día en que tejamos y conjuguemos inviernos juntas, creando la obra magna que nadie leera :)